Los Montes de Toledo y la comarca de la Jara se relajan y escarpan para ofrecer a propios y extraños no sólo un hermoso paisaje, sino un desafío. Las recompensas al esfuerzo invertido en las rutas naturales de Toledo, se encuentran por doquier. Desde la solemne soledad de un paraje desierto a los pequeños núcleos urbanos que salpican las laderas.
Al salir de la capital de la provincia de Toledo, dejando atrás su abigarrada monumentalidad, su profuso legado arquitectónico y el palpitar de sus calles, al visitante le embarga la placentera sensación de viajar hacia ninguna parte. Esa inigualable sensación, en plena naturaleza, sólo se desvanece cuando, como por arte de magia, pequeños núcleos urbanos aparecen en el horizonte.
Los parajes de Toledo invitan a buscar el tesoro o a encontrarse a uno mismo en la serenidad. La Jara limita con los Montes de Toledo y la sierra de Altamira. La linde oriental de la comarca es el río Pusa. Todo itinerario que pueda emprenderse entre los vértices, es enriquecedor.
Las barrancas de Burujón
Desde la Puebla de Montalbán se accede al pantano de Castrejón y desde él, a las barrancas de Burujón. La tierra rojiza y los desfiladeros que se precipitan sobre las aguas del Tajo conforman el paisaje típico de las barrancas de Burujón, cárcavas lamidas por el agua. Y más allá de los recortes rocosos, el cielo azul cuyo color compite en intensidad con el del agua.
No existen caminos que permitan explorar estas prodigiosas aristas de la naturaleza, cubiertas de una vegetación rala. El visitante deberá aceptar su derrota o admitir la supremacía de la naturaleza y contentarse –que no es poco– con observar el fenómeno desde la distancia.
Al otro lado del embalse crecen los matojos del carrizal, ecosistema que ampara la presencia de gran cantidad de aves, entre ellas garzas, cormoranes y gaviotas reidoras. Merece la pena desafiar el clima extremo característico de la región para observar en invierno con detenimiento las variadas comunidades de aves migratorias que acoge el entorno.
Melque, tras los pasos de los visigodos
La comarca de Jara cuenta con numerosos vestigios visigodos, en excelente estado de conservación en muchos casos y en otros tantos, restaurados con mimo y esmero.
A unos quince kilómetros de la localidad de Menasalbas se encuentra Melque. El enclave sobresalta al visitante en el primer contacto. Ya desde la carretera aparece a mano derecha y de forma repentina el castillo de San Martín de Montalbán, una fantástica fortificación con un perímetro de 700 metros repleta de guiños templarios, sus constructores tras la reconquista del rey Alfonso VII de Castilla.
Impacta la majestuosa altitud de sus arcos de entrada. Su laberíntico interior, repleto de recovecos y pasillos, alimenta la leyenda y desata la imaginación. Como un hecho inevitable, el visitante atisba a ver el devenir de monjes y caballeros templarios recorriendo sus pasadizos.
Muy al estilo de los nobles caballeros del Temple, dos de las torres de la fortificación tienen formas pentagonales, forma geométrica vinculada al pentagrama estrellado que a su vez Dos de las torres tiene formas pentagonales, forma geométrica vinculada al sellón de Salomón o pentagrama estrellado. Desde el patio interior de armas se obtiene una espléndida visión del conjunto, sólo comparable a la panorámica del barranco del río Torcón que puede admirarse desde la fachada norte del castillo.
A apenas un kilómetro y medio más allá por la carretera dirección a San Martín se encuentra la iglesia visigótica de Santa María de Melque, del siglo VII, templo que formaba parte de un monasterio que fue expoliado. La invasión árabe conllevó la inclusión de elementos mozárabes, así como la adhesión de una torre que militariza el conjunto.
Junto a la iglesia se ha instalado un centro de interpretación que nos ofrece todo tipo de información de la cultura visigoda que complementa la visita. Si se desea profundizar en la cultura visigoda de la provincia, es recomendable realizar una visita al Museo de Arte Visigodo ubicado en la localidad de Arisgotas.
San Pablo de los Montes
El municipio de San Pablo de los Montes es el enclave urbanizado más alto de los Montes de Toledo. Encantador y sencillo pueblo paradigma de la arquitectura serrana está ubicado a apenas un kilómetro del cerro de Mora, donde se hallan las ruinas de un antiguo monasterio y muy cerca de éste, la ermita de la Fuensanta. Montaña arriba, se encuentran los baños del Robledillo, cuyas bondades son legendarias en el entorno.